Dos pilares fundamentales que demandan imperativa atención por parte de la ciudad son el orden y la seguridad. Las urgentes solicitudes de la ciudadanía provienen tanto de recientes incrementos de muertes violentas, como del prolongado abandono por parte de quienes tienen la responsabilidad de establecer las normas y reglas que garanticen una sana y cordial convivencia.
Los accesos a los centros urbanos siempre representan un desafío para los planificadores, en gran medida debido a la congestión vehicular y la proliferación de puestos de venta que surgen alrededor de las improvisadas paradas del transporte público, especialmente en el caso del transporte Inter cantonal. Cuando el orden deja de prevalecer, el caos se apodera del entorno. Este lamentable panorama es el que prevalece en el Control Sur, donde se requiere con urgencia una mayor intervención por parte de las autoridades competentes. No obstante, dicho control no puede llevarse a cabo sin tener en cuenta las necesidades de la ciudadanía, que demanda un espacio adecuado para acceder desde esa área hacia otros puntos de la geografía provincial.
Aunque las legítimas movilizaciones organizadas por cada barrio sirvieron como un claro indicativo de alerta y organización ante la inseguridad, desafortunadamente no han sido suficientes para prevenir los casos de muertes violentas que siguen en aumento. Según lo denunciado por uno de los periodistas cuencanos, de acuerdo con la Fiscalía del Azuay, hasta el 18 de junio, se han reportado 33 personas asesinadas en la provincia, de las cuales 13 han ocurrido en Cuenca. Los dos últimos casos han sido ejecutados de manera similar a un sicariato, con señales evidentes de tortura. La inseguridad, agravada por el incremento de la violencia, debe formar parte primordial de la agenda de las autoridades locales y nacionales. Al fin y al cabo, sus cargos representan, sobre todo, una voz del pueblo, y en esta materia deben elevar el tono de alerta y colaborar conjuntamente en la implementación de planes de intervención inmediata para prevenir estas lamentables cifras.
El orden ante el caos y la seguridad frente al aumento de la violencia deben ser temas permanentes en la agenda pública de las autoridades locales y nacionales. Permanecer a la espera de la buena voluntad solo sirve para incrementar la decepción y el descontento de la población, que podría verse impulsada a ocupar caóticamente espacios o a resolver los problemas por sí misma ante la ausencia del Estado.