Decir SI en la consulta sobre la defensa del Yasuní es irrenunciable, no negociable e intransferible. Más allá de poetizar o intentar romantizar la lucha, la verdad es que la certeza se impone cuando hemos sufrido en carne propia los efectos de la devastación de la selva. Decir sí a las tribus no contactadas, a los Huaorani, Taromenane y demás grupos humanos es decir si al guayaquileño, al cuencano, al quiteño y al habitante de este país multicultural y poseedor de una de las más grandes reservas de biodiversidad en el planeta; y aunque los políticos numerológicos y prepotentes intenten un cambio de opinión, sabemos que nuestra situación catastrófica social, económica y moral ha empeorado a raíz de la corrupción ética y física con el descubrimiento del petróleo convertido en oro negro sólo para los poderosos. Decir SÍ a la protección del Yasuní, significa rescatar la voz ciudadana, la dignidad del pueblo y la libertad de pensamiento; nadie que se considere con un mínimo de conciencia y conocimiento ambiental puede cambiar de opinión sobre este tema. Y aunque sabemos de las leguleyadas que se inventarán para intervenir en la zona (ya nos ha pasado) seguiremos hasta la última palabra, el último minuto de nuestra vida con la defensa y el derecho que tenemos a respirar un aire no contaminado, el agua dulce y pura, más allá de cualquier escuelita o migajas que nos ofrezcan aquellos que en sus ojos únicamente llevan el signo de los dólares. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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