Tuvieron que pasar muchos años para que los entendidos en las ciencias humanas ratificaran que el apego del recién nacido con su madre, especialmente y su padre, cree un vínculo inseparable. La magia del apego es como una onda de afecto perdurable en el tiempo y que repercute en la calidad del vínculo.
Pero si bien el apego es importante en los minutos inmediatos de una nueva vida, también lo es durante los primeros años, esos años en donde la presencia de mamá y papá son factores protectores para los niños y niñas. La seguridad, confianza y autoestima, sin duda son el arsenal que en algún momento les permitirá responder con éxito a varios desafíos; es allí cuando sabremos si como adultos responsables lo hicimos bien en su momento.
Hoy en día con tanta información al alcance y que pocos sabemos convertirla en conocimiento, es cuando más se requiere del tiempo de calidad; entonces, la magia del apego empieza a aparecer cual destello de indistinta duración.
Para mí el éxito también es niñas y niños felices, seguros de sí mismo, libres en su esencia y alejados de la violencia y de la podredumbre social; y, ante lo que vemos y no reaccionamos, debemos entender que más allá de ser una obligación que recae en los adultos, es un deber moral entregar entornos y contextos saludables a quienes nos sustituirán en esta constante pugna de perjudicial permisividad. (O)