El Gobierno de Guillermo Lasso no ha pactado un acuerdo de paz con ninguna organización delictiva.
Así de categórica fue la reacción del Presidente ante el llamado hecho, en aquel sentido, por el cabecilla de una de las bandas criminales, detenido en una cárcel.
Tras los actos sangrientos registrados entre el domingo y el martes, en su celda aquel cabecilla, acompañado de otros sujetos y hasta de un policía, si bien tapado el rostro, gravó un video planteando un acuerdo de paz con las bandas rivales con las cuales la suya se disputa el control de las cárceles, causa principal de las masacres entre internos.
Claro, semejante llamado por la paz es entre ellos; pero, primero, considérese como un supuesto; segundo, no lo extienden al Gobierno; y, tercero nada está claro sobre el trasfondo de tan “piadosa” decisión, excepto querer seguir reinando en las cárceles donde pagan sus condenas, si bien, en muchos casos, viven allí con todas las comodidades, incluyendo armas, drogas, teléfonos celulares, organizan fiestas y siguen delinquiendo.
Ningún Gobierno sensato, así esté de retirada, podría pactar con los grupos delictivos cuyas acciones convierten al Ecuador en “foco rojo” en el contexto internacional.
Y bajo esos parámetros se pronunció Lasso durante el acto de entrega formal de 14 millones de municiones a la Policía Nacional.
Reiteró, más bien, la decisión de seguir enfrentando al crimen organizado, por cuyas acciones se las declara como terroristas.
Sin embargo, los esfuerzos y estrategias implantadas por la Policía y el Ejército, más las constantes declaratorias de estados de excepción, no logran doblegar a las bandas criminales dedicadas al narcotráfico, a la extorsión (“vacunas”), al secuestro y a otras “especialidades” del mundo delictivo, enancadas, además, en la casi nula labor de inteligencia a cargo del Estado.
Esa tarea está entera para el próximo Gobierno. Nada fácil por supuesto, en tanto el pueblo vive una pesadilla sin igual.