Monseñor

Era un intelectual, con él se podía hablar de Theilard de Chardín y de Julio Cortázar, igual le gustaba el fútbol y el montañismo, conocía de botánica y filosofía, etiqueta y recetas de cocina; monseñor Luna Tobar era único y fue el Maestro que sostuvo nuestros pasos en el momento más crítico de nuestra vida. En la antigua sala de conciertos de la casa de la cultura (y que hoy, para eterno asombro lleva nuestro nombre) Monseñor hizo la presentación de nuestro primer libro de poesía ¡ay, amigo lector! y hoy se ha rendido un hermoso homenaje al cumplirse cien años de su nacimiento; “/y se llamaba Líndica gitana “/ nos recitaba los versos de Egas y sonreía con esos ojos azules inefables. Estas líneas íntimas son, únicamente, justificadas porque consideramos que su memoria tiene que seguir viva, ahora más que nunca, cuando las generaciones que nos preceden necesitan conocer sus raíces, su identidad y todos los valores éticos, morales que se evaporan a diario. Monseñor Luna es un referente indispensable para rescatar el espíritu, esa fusión de humanismo y certezas, honestidad y compasión, rebeldía y coraje que deben seguir guiando nuestro camino. Una vez más ¡gracias Monseñor! por lo tanto, es obligatorio seguir revisitando su memoria, esa historia plagada de huellas de un ser de luz que alumbró a la sociedad en todos sus estamentos, sin censuras. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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