Un tratado de libre comercio (TLC) promueve la integración económica entre los países firmantes a través de la consolidación de mercados, volviendo dinámica y competitiva la oferta exportable de cada nación. A la vez, se reducen y/o eliminan las barreras arancelarias y no arancelarias. Generalmente, su horizonte temporal es el largo plazo.
Resulta importante destacar las oportunidades y retos de la suscripción de un TLC entre dos o más naciones. A más del fomento al comercio con condiciones y reglamentación similares, se incrementa la inversión extranjera directa (IED), se reduce la volatilidad del riesgo país y el costo de financiamiento, lo cual, también genera estabilidad y certidumbre al inversionista.
Por otro lado, no todos los sectores económicos resultan beneficiados por lo que es indispensable identificar los sectores más sensibles para analizarlos a través de un régimen especial dentro de la negociación. Otro riesgo, es que uno de los país firmantes se mantenga como una nación primaria-exportadora, con lo cual, se incrementa la dependencia económica y vulnerabilidad a los cambios comerciales. También, los productores pequeños locales y las pequeñas empresas son más susceptibles al ingresar a competir con empresas transnacionales, por lo que, sus bienes y servicios deben diferenciarse a través de valor agregado.
Un TLC es un instrumento de cooperación económica que formaliza el comercio local e internacional. Sin embargo, para lograr el salto productivo de una nación, resulta transcendental el promover los encadenamientos productivos, incrementar la inversión en sectores estratégicos, potenciar y diversificar la oferta exportable no petrolera. (O)