El turismo refleja una serie de dimensiones económicas, socioculturales, políticas y estéticas, donde lugares, actores, objetos y performance hacen parte de esa experiencia cultural; es todo este conjunto el que debe llevar al turismo no solo a ser un elemento atractivo, sino también de análisis y reflexión.
Para lograr este objetivo, se requieren mayores espacios laborales dentro del campo de las humanidades que promuevan la gestión de equipamientos culturales y que permitan una mayor participación de la sociedad civil en la definición de políticas patrimoniales. También es importante que, tanto los productores como los consumidores turísticos y la misma comunidad partícipe de esta dinámica, estén altamente educados con un propósito claro, a fin de evitar ser víctimas del consumismo insignificante e inconsciente y de la presencia de sectores de poder que solo ven al turismo como un lucro.
El turismo debe estudiarse desde el aporte teórico científico que incluye, además de la epistemología, un análisis profundo de las políticas públicas; luego, interpretar los resultados de los estudios que estén apegados a las demandas y necesidades reales de todos los sectores vinculados directa e indirectamente al turismo; y, por último, un análisis crítico reflexivo que sirva de puente a la gobernanza, la investigación y las respuestas a esas soluciones emergentes que arrojaron los resultados.
En este sentido, el turismo se constituye en uno de los grandes retos para las ciencias sociales en su conjunto y no se lo puede entender desde un punto de vista disciplinar único. Por lo tanto, el reto no está solo en conectar lo teórico a lo práctico, sino en responder a los requerimientos de esa relación intercultural compleja que se da en otros contextos y donde debe considerarse, también, lo sensible y lo inteligible. (O)
