Estoy pensando en los agudos comentarios del genial Pedro Saad cuando escribió el Ecuador profundo, el de Luis Alfredo Martínez en “A la Costa” y Joaquín Gallegos Lara en “La Cruces sobre el Agua” se ha vuelto realidad. Y es que la tensión entre las clases sociales, que más que desdibujarse, se redefine en la virtualidad, va tomando matices insólitos que nos ahogan en un nivel desconocido de violencia y distorsión. Y esto en medio de una sociedad a la que no le resta una gota de confianza en el gobierno o las instituciones; que ya no cree, que ya no quiere creer, que ya no quiere sentir el miedo, el dolor y la decepción por las promesas del nunca jamás.
Millones de individuos (campesinos, estudiantes, obreros, etc.), que se van integrando en un poderoso colectivo llamado ciudadanía, que empieza a tomar conciencia de clase en medio del atronador avance de la cultura pop, allí donde decenas de miles de creencias, objetos e imágenes efímeras son consumidos en tiempo real. Verdaderas avalanchas de música, cine, moda, videojuegos, cómics, arte y entretenimiento, todo en cantidades gigantescas, en directo y en medio del tráfico ensordecedor de las grades ciudades.
Aquí, en este escenario, es donde se moldean las actitudes y valores de los llamados a tomarnos la posta. Jóvenes para los cuales la política en su forma pasada ya no existe, ha sido reemplazada por nuevos estereotipos y paradigmas, trivializando nuestros temas e incorporando los suyos en una lógica, que una buena amiga bautizó como “Poplítica”… la política en la cultura pop.
Y no, nuestros jóvenes no son apáticos como se cree. En ellos también se incuba la rebelión, en sus propios términos. Saben que el futuro es impredecible: alimentación, vivienda, movilidad, salud, educación, todo en proporciones enormes e imposibles, en medio de la trampa en la que se van convirtiendo nuestras grandes metrópolis.
Por eso, como decía Pedro Saad, por eso los jóvenes no están en política. Porque no la entienden y ella no los entiende a ellos tampoco. Y esa brecha, esa justamente, constituye por hoy por, el mayor de nuestros desafíos… (O)