Iglesia y consulta

David Samaniego Torres

Las declaraciones de la Iglesia católica acerca del futuro del Yasuní, en las elecciones del 20 de agosto de este año, me han sorprendido, ingratamente. En los siguientes renglones quiero razonar este juicio de valor y cumplir con una obligación moral: ser útil a la sociedad y a su devenir.

-Las dignidades, mientras son respetadas en una comunidad, por un número considerable de ciudadanos, tienen la obligación de sopesar sus pronunciamientos en torno a la vida ciudadana.  El buen nombre ganado y la jerarquía de una forma de pensar no pueden ni deben exponerse.

-Dentro de los programas de gobierno de los diversos candidatos hay temas cruciales, verdaderas antípodas de aquello que debiese ser, sobre los cuales nada se ha dicho, tampoco se ha intentado un no para una lista que lleva adelante cuestionamientos al recto convivir ciudadano. En este punto surge mi perplejidad: ¿por qué la Iglesia católica nada dice sobre esto y se pronuncia por un SI respecto al Yasuní? Un viejo tema, abordado ya en varias instancias y con experiencias de resultados positivos y también negativos, debe este rato, a raja tabla y sin mayores estudios, votarse en su favor o contra, por una conjunción de intereses con fuertes basamentos políticos?

El pedazo de geografía sobre el que reposa hoy día Ecuador, en las diversas provincias, es un atropello a la naturaleza, en su origen. Ríos, planicies y montañas han sido lesionados repetidas veces y con intensidades variadas y de este modo hemos existido y lo seguimos haciendo, amparados en que el bien superior, la vida humana, tiene un privilegio grande sobre la tierra, los ríos y los mares.

Revisemos nuestro sistema vial, a nivel nacional, cualesquiera de las vías que unen provincias y permiten recorrer nuestro suelo patrio dese la selva amazónica hasta la frontera con Colombia: son un atropello a la virginidad del suelo, pero el bien superior así lo exige.

Reforzar políticas y enmendar errores debe ser un mandato, pero que fluya nuestro petróleo para  bienestar del presupuesto nacional. Hay voces de técnicos sensatos que se dejan oír en estos días: escuchémoslas.

Que los errores deben ser corregidos, nadie lo duda y debemos exigir que así suceda. Que lo que hoy sucede en el Yasuní dista mucho de los atropellos iniciales es una verdad.  La sensatez y el buen juicio deben darse la mano: bienvenido un NO. Estamos a tiempo. (O)