Veintisiete aspirantes presidenciales de quince frentes políticos competirán en las primarias del próximo domingo 13 de agosto de 2023 en Argentina, un récord de candidaturas que puede leerse como un signo saludable de pluralidad, pero también como un síntoma de fragmentación o, peor, una astuta maniobra para hacerse con fondos electorales.
Desde que Argentina adoptó el actual sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en 2011, nunca se había inscrito tal cantidad de candidatos presidenciales.
Analistas políticos y expertos en procesos electorales dan por descontado que sólo un puñado de ellos logrará el pase a los comicios generales de octubre.
Por un lado, siete de los quince frentes electorales que participarán de las primarias presentan más de una lista de candidatos a presidente y vicepresidente (ambos cargos son electivos en Argentina). Sólo la más votada de cada frente se considera vencedora,
Pero además, cada frente debe obtener al menos el 1,5 % de los votos totales para quedar habilitado a competir en octubre.
Hay frentes que presentan hasta cinco listas internas, mientras que ocho alianzas van con una única fórmula presidencial. Muchos, sea como fuere, no pasarán el filtro del porcentaje mínimo de votos.
DIVERSIDAD
Los 35,4 millones de argentinos convocados a las urnas tendrán un menú de opciones amplio donde apenas media docena de candidatos acapara protagonismo en la campaña y otros tantos son medianamente conocidos en la opinión pública desde su rol como dirigentes sociales, legisladores o en los medios de comunicación. El resto es casi desconocido para el grueso de los votantes.
«Hay un conjunto de candidatos, entre cinco y seis, que son los que van a pasar las primarias, y entonces iremos a unas elecciones generales con un poco más de seriedad en lo que hace a las propuestas electorales», dice a EFE el analista político Jorge Arias, de la consultora Polilat.
El escenario se presenta polarizado entre el frente oficialista peronista Unión por la Patria, cuyo principal candidato es el ministro de Economía, Sergio Massa (centro), y la coalición opositora Juntos por el Cambio, cuyos dos aspirantes presidenciales son Patricia Bullrich (centroderecha) y Horacio Rodríguez Larreta (centro).
Pero hay otras alternativas: varios candidatos de la izquierda más tradicional; el ascendente libertario conservador Javier Milei (derecha), y Juan Schiaretti (centro), expresión del peronismo no kirchnerista.
Hay pluralidad, sí, pero también una enorme fragmentación en ciertos espacios minoritarios que no pudieron integrarse a los grandes frentes y van a las primarias con candidatos casi ignotos, multiplicando la ya amplía oferta electoral.
Incluso hay aspirantes que por tercera vez se inscriben en la carrera presidencial sin haber pasado el filtro de las primarias en las que participaron en 2015 y 2019, como Manuela Castañeira (izquierda) y Raúl Albarracín (centroderecha).
NEGOCIO ELECTORAL
Según fuentes oficiales, también son récord las candidaturas para cargos parlamentarios nacionales: 3.782 para diputados y 386 para senadores.
«Creo que esa diversidad de candidaturas obedece a la viveza criolla de la supervivencia de sellos partidarios pequeños que en cada elección pasan bastante desapercibidos», observa Arias.
Con 53 partidos nacionales y 803 de distrito, la ley establece que el Estado debe distribuir dinero entre todas las alianzas para la impresión de las papeletas de votación y para hacer la campaña.
Este año, sólo los aportes para campaña ascienden a 5.200 millones de pesos (unos 17,6 millones de dólares).
Según Arias, «la ley, con buen criterio, trata de asegurar la diversidad, que nadie que legítimamente quiera expresar una corriente política se pierda la oportunidad por no tener los recursos o no tener acceso a los medios para publicitar su campaña».
«Pero hecha la ley, hecha la trampa. Algunos encuentran la forma de hacer un negocio, constituyendo un partido con apenas 4.000 firmas en algunos distritos», apunta el politólogo. EFE