Si usted es como yo, estará buscando canguil y quesitos para sentarse a ver el debate con televisor al frente y computador a un lado. Si bien el Ecuador no tiene una cultura fuerte de debates políticos, la expectativa sobre este en particular se incrementa por la corta campaña y la alta indecisión que podrá definir la necesidad o no de una segunda vuelta y lo que suceda en el pelotón del segundo lugar. Está todo en juego.
Varias estrategias hay de por medio y seguro los comandos de campaña las estarán articulando para activar la conversación posterior al debate. La victoria no se declara en el set sino en el análisis de los siguientes días. Por eso la necesidad imperativa que tienen las candidaturas de sembrar frases de efecto, gestos y expresiones de mayor recordación para la activación de la militancia en redes y de los analistas en los medios.
El manejo de la expectativa también es importante. Si esta es baja puede ser más factible sorprender al público y luego generar conversaciones bajo un encuadre positivo y con narrativa de estilo anecdótico. Otro aspecto de consideración es concentrar la respuesta a un mensaje corto, preciso, sin muchas vueltas y con frase de efecto. Es un arte responder en diez palabras un tema tan complejo como la inseguridad, la violencia, la falta de empleo, el desabastecimiento en salud, educación, el fenómeno del Niño y el Yasuní. Si bien los ejes son más amplios, la población exigirá respuestas concretas, que sepuedan recordar.
Finalmente, la interacción. El arte de debatir requiere también algo de provocación. Lo suficiente no más, porque quien reparte también recibe, y no es el objetivo terminar en el piso. Se espera que los espacios de debate faciliten la contrastación de propuestas, así el formato no se preste, el contenido de una respuesta puede ser suficiente instrumento. El desafío está en saber utilizarlo para resaltar positivos propios e insistir en los negativos del adversario. (O)