Una, dos, tres

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Si se vuelve ansioso al pensar en alejarse de su celular, es casi seguro que usted está convencido de que necesita estar conectado para existir.  Son indiscutibles las ventajas que nos ofrece la tecnología. Sin embargo, si no es bien empleada se convierte en un arma de doble filo. Sin darnos cuenta, duerme a nuestro lado. Estar en línea y empaparnos de las últimas noticias nos puede causar satisfacción; así como el exceso de interacciones nos puede dejar agobiados.

Cuando se usa la tecnología sin descanso, se produce una sensación de fatiga que provoca lo que se conoce como tecnoestrés: es el estrés producido por el abuso de los dispositivos digitales. Este ocasiona efectos negativos como depresión, irritabilidad, frustración, insomnio y baja productividad. A nivel físico se evidencia con obesidad y cansancio visual. Pero esta “enfermedad tecnológica” tiene un antídoto: la desintoxicación digital que no es otra cosa que una abstinencia informática. En resumidas cuentas, se refiere al tiempo voluntario en el que las personas no usan dispositivos electrónicos, con el fin de reducir el tecnoestrés y conectarse con su entorno. Para ello, varias aplicaciones incluyen la opción de programar el tiempo diario para interactuar con las mismas.

Los estudios realizados en voluntarios que se acogieron al proceso de desconexión digital, reportaron menores niveles de depresión, ansiedad y mayor facilidad para conciliar el sueño. Por otra parte, si nos alejamos del celular y redes sociales dejaremos de procrastinar y nos volveremos más productivos. Finalmente, quienes se separaron por lapsos del mundo digital mejoraron sus relaciones personales y se sintieron menos solos. Además, se redujo el FOMO, acrónimo para la expresión inglesa: “fear of missing out” que, traducida, es el “miedo a perderse de algo”, una manifestación caracterizada por la desazón que ocasiona el no estar actualizado con lo que sucede en las redes sociales.

Desintoxicarse en estos tiempos de conexión perenne siete días a la semana, no sólo sería un acto de desacato hacia un sistema que nos domina y nos envicia anclándonos a una pantalla, sino uno de amor propio. Es utópico anhelar paz mental si estamos conectados siempre y en todo momento.

Sabiendo esto, ¿cuántas horas programará alejarse a diario de su celular? ¿Una, dos, tres, o ni un minuto? (O)