Es un llamado individual y colectivo, es un grito interno también. No debemos acostumbrarnos a escuchar el relato, a mirar las imágenes que se comparten en redes sociales, a sorprendernos y conmovernos, pensando que lo que pasa, no nos pasa.
Escribo está columna, con una mezcla de emociones: desasosiego, indignación, impotencia, tristeza…, mataron a sangre fría a Fernando Villavicencio, un candidato con posibilidades de ocupar el sillón de Carondelet, hace pocos días a un alcalde en funciones; y, casi a diario se cuentan las víctimas de muertes violentas.
Toda vida humana importa, sin duda alguna, pero hay muertes que remueven el tejido social y la conciencia de la gente. Hay delitos que nos hacen ver lo cerca que estamos del abismo, el estado de indefensión real en el que nos encontramos, la vulnerabilidad o incompetencia de las fuerzas de seguridad del Estado, la ineptitud de un gobierno que se escuda en los estados de excepción y en condolencias.
No nos acostumbremos, no lo merecemos.