La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es un encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa. Peregrinación, fiesta de la juventud, expresión de la Iglesia universal, fuerte momento de evangelización del mundo juvenil. A pesar de su identidad claramente católica, está abierta a todos, tanto para los más cercanos a la Iglesia, como para los más distanciados.
Este año le correspondió a la bella urbe de Lisboa, capital de Portugal, ser la anfitriona para albergar desde el 1 al 6 de agosto de este año a dos millones de jóvenes procedentes de 151 países. Se destacaron las celebraciones en las cuales participó el Papa Francisco: la ceremonia de acogida y apertura, la visita al Santuario de la Virgen de Fátima, la vigilia y el último día, la misa de clausura y de envío a evangelizar.
El Papa Francisco, con su humildad, sabiduría y una vitalidad increíble a sus 87 años y con problemas de salud, se convirtió en el faro que guía e inspira a los jóvenes en la búsqueda de significado y propósito en sus vidas. El Santo Padre hizo hincapié en la importancia de abrazar la diversidad y la inclusión en la Iglesia, recordando a los jóvenes que todos son amados por Dios sin distinción, que la Iglesia no tiene puertas, para que todos puedan ingresar.
Las palabras del Pontífice resonaron con intensidad en los corazones de los jóvenes como un eco eterno: «Queridos jóvenes, no teman soñar en grande. Dejen que sus sueños sean guiados por la caridad y la justicia, y nunca cesen de construir un mundo mejor, un mundo de paz y amor».
Resaltó la importancia de ser portadores de la paz en un mundo convulsionado, sembrando semillas de fraternidad y diálogo en cada esquina del planeta. Sus palabras, como la brújula que guía al navegante en medio de la tormenta, iluminaron los corazones de los presentes.
Finalmente, el Santo Padre subrayó que la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo sí es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! Cada creyente, donde nos encontremos debemos revivir este evento, mirando la belleza de los jóvenes en camino al encuentro con Cristo. (O)