Parece que la acción pastoral de la Iglesia no tiene mayor incidencia en la sociedad. La violencia, el sicariato, la corrupción en todos los ámbitos, el ceder fácilmente espacios propios de su misión para que los ocupe el Estado o particulares con propósitos distintos y no reclamar, el accionar incorrecto y perverso de muchos políticos bautizados como cristianos, etc. no solo que sigue vigente, sino que se ha incrementado. La catequesis, la evangelización, los sermones, las comisiones, los congresos, las jornadas, la abundante documentación de sus reflexiones, de nada parecen servir.
¿Falta ardor en sus agentes? ¿Falta método en su accionar? ¿Falta creatividad para lidiar con los retos de una sociedad vislumbrada por la tecnología? Son las preguntas que algunos se hacen y que no son fáciles de responder con precisión.
Cierto es que hay jerarcas en todos los niveles muy preocupados en cuidar sus curules al estilo de la antigua Roma, otros en relumbrar e imponer iniciativas personales poco apegadas a la realidad, otros en realizar actividades que no tienen asidero ni futuro y sólo les sirve como carta de presentación, otros empeñados en mantener una religiosidad sin intención de purificarla. Cierto es que van quedando pocas voces proféticas. Cierto es que hay una masa de creyentes sin conciencia de las exigencias que les impone su bautismo y actúan como simples usuarios de sacramentos. Pero esa no es toda la realidad, de tras de esta fachada hay acciones positivas encarnadas por personas anónimas que vitalizan la institución.
Si no se ven resultados espectaculares, no se debe solamente a los fallos eclesiales que, como vemos existen, sino a fallos de los otros sectores de la sociedad, incluidas las instituciones gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y líderes comunitarios. Por otra parte, la Iglesia no es un cuartel en donde se imponen coercitivamente normas, trata con hombres libres y su mensaje es a la conciencia.
La Iglesia no desconoce que su tarea es moralizar a la sociedad, pero no es una tarea fácil, le toca navegar contracorriente: el materialismo, el individualismo, el consumismo, el hedonismo. Le toca enfrentarse a ideologías poderosas como la ideología de género, el aborto, la eutanasia que han conseguido amparo jurídico, además no es la única que debe cargar en sus hombros la tarea. (O)