Ya nos estábamos acostumbrando a reportar la violencia política en las redes sociales y a hacer campañas educativas para evitar que el espacio sea tan álgido y controversial, lleno de insultos, estereotipos y odio en el discurso de nuestra clase política. Sin embargo, la crisis se profundiza cuando pasamos de la violencia simbólica y verbal a la violencia física y a atentar contra la vida.
Desde hace varios meses nos ha tocado presenciar la muerte de los candidatos a concejalías, alcaldías, asambleístas y ahora a la presidencia de la República. Aquello que veíamos únicamente en las noticias de canales internacionales sobre sucesos en países amigos, ahora es parte de nuestra cotidianidad.
La semana pasada escribía en este mismo espacio, que debemos exigir transparencia en el dinero en la política, para evitar el financiamiento ilegal a la democracia y a la campaña electoral. No sé cuánto tiempo más tenga que pasar o qué incidente desastroso tendrá que darse en el país para que nuestras autoridades encuentren soluciones concretas.
Es grave la conmoción social y la crisis de representación que vive el país frente a la muerte del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Solamente el día de los repudiables hechos nuestra clase política escribía mensajes de solidaridad a su familia y a sus amigos, condenaba el hecho y exigía a las autoridades de policía y de justicia ubicar a los responsables materiales e intelectuales.
No tardaron mucho y al día siguiente ya veíamos a los candidatos tratar de capitalizar la muerte de Villavicencio, tratando de captar los votos para su campaña y victoria personal. Mi confianza en las autoridades de países amigos como Estados Unidos para que encuentren al culpable material e intelectual, tengo que decirlo, hace mucho tiempo y ante cada asesinato de personajes públicos y de ciudadanos de a pie, sin culpables y sin sanciones, ya perdí la esperanza en el sistema ecuatoriano. Ecuador tocó fondo! (O)