En la casa la época electoral suele ser atípica. Su intensidad se observa con lente académico, razón por la cual la sobremesa está dominada por los análisis de los encuadres periodísticos, y de las últimas propagandas, discursos y estrategias que se observan en las diferentes campañas. Excepto cuando juega Messi.
El futbolista de la casa, quien también estudia periodismo, es el encargado de proveer información sobre los horarios de los partidos, los últimos goles que, junto con la temporada de fichajes en el fútbol europeo, nos permite matizar la conversación familiar con temas más alegres.
Un partido de Messi integra a la familia. Disfrutamos juntos de sus goles y jugadas. De los pases que ofrece y que recibe. De cómo su presencia genera tal energía en un equipo que estaba último y que hoy, con la contribución de Messi y dos refuerzos más, lo ubican compitiendo una final. El efecto Messi no solo está en mi casa, también en la expectativa que el mercado estadounidense tiene sobre la influencia de este fenómeno en la audiencia. Es, sin duda, una nueva era para el aficionado al soccer y para analizar los efectos de un hábil jugador que ha sabido aprovechar cada uno de sus recursos y talentos en el refuerzo de su imagen personal, con beneficios que se extienden a la industria del show business deportivo y del fútbol
Al volver a los resultados de estos últimos días de proceso electoral, frente a tanto dolor y odio que circula en la conversación digital y cómo estos son recogidos por la prensa, por lo general sin contrastación alguna, para contribuir a los encuadres mediáticos más interesados, doy gracias por el silencio electoral y porque en casa nos queda Messi. (O)