Las dos últimas semanas, en New York se vivió un suceso que no se había visto, al menos en la última década: migrantes haciendo fila para pedir un espacio de descanso y un poco de comida en las afueras del Hotel Roosevelt.
El hecho, que llamaría la atención mucho más cuando el alcalde de New York, Eric Adams, dijo que la ciudad ya no tenía más espacio, se complicó porque los migrantes tuvieron que dormir en las aceras.
Sin un lugar para dormir, africanos y venezolanos principalmente, se arrinconaron y se juntaron en las afueras de un hotel que había estado dando asilo a aquellos que llegaron a New York para buscar un mejor futuro.
Fue entonces, que en medio de la situación que estaban viviendo los migrantes, apareció Diana Palacios, una mujer que nació en Cuenca y que vive en New York hace seis años.
Diana, junto a una amiga mexicana y dominicana, crearon en 2019 Comunidad Primero, un grupo dedicado a ayudar a las personas de escasos recursos, así como a los migrantes que recién llegan a Estados Unidos.
La cuencana había escuchado de la situación que se estaba viviendo en las afueras del Hotel Roosevelt, así que, con sus compañeras, optaron por ir hasta allá con sánduches, aguas y mascarillas.
Para eso, en un fin de semana, buscó el apoyo de otras personas para recolectar recursos que sirvieran para dar soporte a los migrantes que buscaban algo de comer mientras esperaban por un espacio en uno de los asilos de New York.
“Cada vez que hay situaciones de carencias con familias inmigrantes como nosotras, porque también somos inmigrantes, tratamos a través de colectas buscar ayudas para nosotras comprar alimentos”, contó Diana.
Cuando hay una situación compleja, las amigas convocan a través de la cuenta de Comunidad Primero, en Instagram, a todos aquellos dispuestos ayudar. Una vez que recolectan las donaciones, el grupo visita los alberges para dar el soporte que necesitan los recién llegados.
Esta acción les ha valido para ser reconocidas, aunque no lo buscan, por las personas que cada día llegan a New York.
Para el grupo, ni el reconocimiento ni las gracias les llena. Lo que les satisface es mirar una sonrisa de los migrantes que tiene algo en el estómago tras pasar por periplos que remueven las entrañas de quienes los escuchan.
“Es una ayuda tremenda la que nos dan acá. Recibir un sánduche, una botella de agua, algo con que soportar la ciudad, es una bendición. Ojalá todos pensaran así”, dijo Valeria Martínez, una venezolana que llegó la última semana de julio a New York. (I)