En el ciclo pasado una joven profesora universitaria de Diseño, conversando sobre los grandes metarrelatos posmodernos, de esos que se hablan simplemente siguiendo la corriente de los fantasiosos que van en contra de las dimensiones humanas, particularmente de la lengua, me conminaba a que le aconsejara cómo entraría saludando en clase, en donde algunos educandos no admitían el uso del género común.
Le advertido que revisara el uso gramatical del nombre o sustantivo junto con sus pupilos, lo que saldaría desavenencias. Y creo haberla recomendado el Manual de Gramática Española de Manuel Seco: sencillo, corto y claro. Respecto al género, este lingüista dice que es un accidente gramatical que corresponde al sexo y que solamente hay dos: el masculino que corresponde a los varones y animales machos, y el femenino, que corresponde a las mujeres y animales hembras. Los demás sustantivos que no designan seres sexuados tienen gramaticalmente alguno de estos dos géneros, que el uso de la lengua les atribuye, o, les acomoda los artículos “el” o “la”.
Con la nueva ola de metanarrativas, lo que se quiere es instaurar una revolución antropológica, para lo cual hay la necesidad de cambiar el modo de pensar y actuar de los hombres. La pregunta del millón es ¿por qué se utiliza ese desquiciado lenguaje inclusivo, metiendo además en el guiso un género nutro inventado? La respuesta, al parecer coherente y sin contradicción, es que interviniendo en el lenguaje se interviene en el pensamiento y consecuentemente en la conducta.
Alguna vez leí Foucault referirse a la “microfísica del poder”, que decía relación a estas formas de dominación de los nuevos ingenieros sociales que logran crear una sociedad disciplinar convirtiendo el cerebro de los sometidos en una cárcel. Es que el lenguaje “per se” es el acontecimiento del ejercicio del poder, el manual de instrucciones con el que formatean las mentes vulnerables.
Danielita: sigue saludando “Buenos día con todos”, que la RAE rechaza el uso de “todos y todas”, “tod@s” “todxs”, “todes” u otros insulsos neologismos. El participio activo del verbo atacar es atacante, de cantar es cantante, de existir es existente… ¿Cuál del verbo ser ?: ENTE, que significa “el que tiene identidad” o simplemente “el que es”. A la persona que tiene capacidad de ejercer la acción del verbo, se añade la terminación ENTE: presidente no presidenta, paciente no pacienta, dirigente no dirigenta, etc. El masculino de Ana es diametralmente diferente. (O)