Los resultados de la jornada del pasado 20 de agosto, dejaron sorpresas y sorprendidos. La votación de la Revolución Ciudadana, a pesar de la hecatombe emocional y política que significó el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, deja como resultado un bloque legislativo de aproximadamente 50 asambleístas y la victoria de su binomio con el 33,6 % de la votación. En ambas cifras hay un crecimiento respecto de la elección anterior. Para esta tienda política, la segunda vuelta supone el desafío de enfrentar el embate del anti-correísmo unificado y renovar el mensaje comunicacional que ha sido criticado por monotemático y poco exitoso en el segmento de jóvenes y adulto – joven que no tienen en la retina las bondades de la promesa reducida al eslogan de “ya lo hicimos.”
Los sorprendidos fueron los que vieron la llegada del segundo Noboa en la historia política ecuatoriana. Se trata de Daniel Noboa Azín, hijo del empresario y político Alvaro Noboa, cinco veces candidato a la presidencia de la república y dueño del grupo económico más fuerte en el país. Con una campaña modesta, que se concentró en el empleo con seguridad como principal mensaje, no estuvo en el radar mediático sino hasta el día del debate. El incremento de la indecisión en el electorado, ocasionado por la muerte de Villavicencio, puso mayor atención en la conversación sobre el resultado del debate en el que Noboa terminó mejor librado que sus contendores. No porque haya sido descollante su participación sino porque se equivoca menos y porque ante la baja expectativa sobre él, sus intervenciones sorprendieron. La conversación del post debate permitió energizar su campaña en territorio, acumular atención en redes y con ello el interés de un votante que buscaba con urgencia tomar una decisión. El 23.4 % de ciudadanos, que se inclinaron en 10 días por esta opción, deberán evaluar si reafirman o no tal decisión una vez que Noboa comience a vivir el verdadero escrutinio público, mediático y político que corresponde a toda candidatura.
Será momento de una más profunda reflexión del electorado en un escenario donde el endoso de los líderes es menos efectivo y la interacción y el diálogo se hacen indispensables con una población cansada del conflicto y de las narrativas extremistas. Ambas campañas tienen una segunda oportunidad. (O)