País de ingratos

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Me figuro que ya estamos conscientes de que, mientras permanezcan las autoridades actuales del CNE, obsecuentes al prófugo, Ecuador estará destinado a sobrevivir de fraude en fraude. Si no son ejecutados en suelo ecuatoriano, los realizan en suelo extranjero. Así son de descarados. Especialistas en informática explicaron cómo se los lleva a cabo, pero ninguno se atreve a investigar y hacer una denuncia formal, porque en este país, al que denuncia, lo matan.

Como hicieron con Fernando Villavicencio, un periodista valiente y temerario que se enfrentó a las mafias. No le temblaba la voz cuando revelaba nombres, fotos y documentos sobre los grandes saqueos perpetrados por la casta política corrupta que nos gobierna desde hace diez y seis años. El tiempo ha demostrado que sus denuncias son verídicas. Como asambleísta, expuso la putrefacción que reptaba entre las curules y presidencia de la anterior Asamblea. Y como candidato a la Presidencia, señaló a las mafias afincadas en nuestro territorio por obra y gracia de un expresidente sin escrúpulos.

Ofreció militarizar los puertos, crear una policía antimafia, reforzar la UAFE y adecuar una cárcel en la Amazonía para los capos mayores. Es decir, mutilaría las manos y los medios al bajo mundo para que sus negocios se vayan al traste. Por eso lo asesinaron. Para que no cumpliera sus promesas. Se me viene a la mente este axioma: “Antes de asumir o suponer, prueba este loco método que es preguntar”. En este caso, no cabe hacer preguntas. Al día siguiente de la muerte de Villavicencio noticieros internacionales señalaban a un ecuatoriano refugiado en Bélgica como el instigador del cobarde homicidio.

Villavicencio sacó a luz lo que el poder luchaba por ocultar. Nuestro país se ha vuelto ingrato. No entiendo por qué le dimos la espalda el domingo luego de que, por años, fuimos testigos de cómo se jugó el pellejo y el de su familia, exponiéndose a que lo maten, como lo hicieron, denunciando con la entereza que ningún ecuatoriano ha demostrado hasta hoy, la corrupción que corroe al país.  

Durante la parodia de debate, se me estrujó el corazón al ver su espacio vacío. Hubiese querido que ocupe el lugar que le correspondía, refutando a sus contrincantes la trivialidad de sus propuestas y el desconocimiento que tienen sobre el cómo combatir a las mafias.

Reitero, somos un país de ingratos… (O)