En un comentario literario, a más del dominio técnico-estructural, habrá que intuir el aliento subjetivo. Una mirada particular tras una lectura específica. Sobre el hacer poético se pueden decir muchas cosas, aludir muchos factores, esbozar muchas impresiones. Sin embargo, siempre quedarán significaciones pendientes y latentes. Por tanto, nunca dejará de causar asombro la observación y escrutinio receptor, como respuesta al hallazgo que hiciera el bardo. ¿Qué pretende exteriorizar la poesía, o, cuál es la llama o llaga que va dejando a lo largo y ancho del designio humano? Tal vez, una interpretación -vana e ingenua al fin- de las frustraciones y anhelos de ese mismo conglomerado humano.
Este permanecer en la tierra (Nueva York Poetry Press, 2020), de Angélica Hoyos Guzmán (Barranquilla, 1982), es un poemario con olor a madre agua, con sabor a madre tierra, con color a Pachamama, cubierto de orquídea e inclemencia. Hay una voz poética desde el desaliento y el exilio, sumergida en el vacío: «Poesía exiliada entre el humo». Voz errante acaso en los confines de la memoria que siendo única, se vuelve colectiva.
Territorio propio del Ser, en donde «se sabe escrita la bruma» y la esperanza, antes que con caligrafía conceptual, con una fuerte caligrafía vivencial, esto es, con la sonrisa y el padecimiento que emana del arroyo, de la energía de la montaña, de la rabia, del sonido en los orígenes de la existencia. Porque el poema solo es posible en la dimensión de los hechos convertidos en cicatriz y tristeza. Aliento que traspasa los límites de lo posible a través de la luz de la palabra, que es luz en los ojos de niña, o sea de gloria, ya que como afirma Hoyos “nuestra lengua es fuego”.
La sapiencia y encantamiento de la abuela se interpone como recuerdo inmanente, junto con el amor de madre (sinónimo pleno de poesía), que es acto auténtico de estremecimiento de nuestra niñez, o de la “orfandad salvaje”. En Este permanecer en la tierra navegala melodía en «el mar encrespado», y aunque las imágenes provocan heridas, siempre quedará el espacio para entretejer el sentido de la vida, más allá de las batallas perdidas. La mujer desnuda se erige como guerrera que cuida y sostiene “el corazón del mundo». (O)