La indignación se funde con el sarcasmo que adornaba la conversación en las filas de las gasolineras. En Cuenca no hay gasolina, o su distribución era muy limitada. Las explicaciones gubernamentales, si bien estaban fundamentadas, parecían una nueva lección de geografía.
- “Es que dice que los barcos no llegaron por la sequía que hay en el Canal de Panamá,” decía un taxista.
- “¡Y de dónde acá -le respondía su compañero- las aguas del Canal de Panamá son afluentes del Tomebamba!”
Las risas refrescaron, como las aguas del famoso río, que, por supuesto no vienen desde Centroamérica, pero que sí conocen del poder del centralismo que nuevamente hace de las suyas y toma por sorpresa a las autoridades que aceptaron las explicaciones del clima y la logística marítima, en lugar de exigir, aunque sea por la emergencia, una más equitativa distribución de hidrocarburos para asegurar la situación de escasez de combustible en el Austro.
La ciudadanía podrá ser tranquila, como las aguas del Tomebamba en agosto, todavía paciente, por estar volviendo del período de vacaciones, pero no es ingenua. Menos sabiendo que la explicación es incompleta, dado que la ciudad capital y las ciudades más grandes no tienen dificultades porque reciben desde otros proveedores el ansiado combustible. Ahí sí el Ecuador se separa, los del norte con la Refinería, los del sur con Pascuales, en una idea de autonomía mal llevada porque sigue siendo injusta e inequitativa. La política de hidrocarburos deja ver el sistema de privilegios que subyace en el modelo centralista que cuencanos y cuencanas reconocemos bien.
Por eso las risas en medio de la indignación y el sarcasmo. Porque cuando desde el centralismo tratan de justificar el recurso fiduciario para la administración de la energía eléctrica, o cuando deciden trasladar fuera del Azuay el sistema de reserva de Gas Licuado de Petróleo, o cuando califican de 9/10 la vía Cuenca-Guayaquil, las explicaciones se oyen tan absurdas como si las aguas del Canal de Panamá fueran afluentes del Tomebamba. (O)