Tolerar y ser tolerado es algo así como como dominar o ser dominado o comprender y ser comprendido, y ésta debe ser la tarea de un colectivo que debe proyectar a la masa cretinizada, algunos de cuyos miembros llegan al fundamentalismo de sus dogmas o al fanatismo de sus objetos o fetiches que los entusiasman hasta el delirio. Claro que el consejo de Aristóteles sobre tolerar y ser tolerado tiene que ser una tarea primordial de los ciudadanos democráticos, agregaría no sólo en el ambiente político y electoral sino en todos los aspectos de la vida como la religión, el amor, el deporte, el método educativo, el régimen en hogar, en fin, en todos los aspectos en que la conciencia debe despuntar.
Igual que otros bienes humanos la tolerancia no es una actividad sencilla y de poca significación, por contra, demanda ser cultivada en el temperamento y podada en el carácter de las personas para bien propio y de la sociedad. Solo así se llega a una personalidad madura, capaz de tener una variedad de intereses con una cosmovisión del mundo que aprecie adecuadamente las diferentes situaciones de la naturaleza y de las personas, y poder participar con entusiasmo en aquellas actividades que se considera valiosas, sin cerrarse a juicios que lleven a prejuicios.
Por cierto, defender la tolerancia no es necesariamente una defensa de la diferencia sino un argumento que brota de la necesidad, obviamente sin claudicar la oposición a actitudes erradas del otro, simplemente como una actitud y una capacidad positivas. Actitud de respetar las opiniones, ideas y actitudes de las demás personas, aunque no se coincida con ellas; y, capacidad para resistir y aceptar los criterios ajenos, sin llegar a la intransigencia o al fanatismo, peor al odio y la venganza que confluyen en la intolerancia.
En la actual situación de intolerancia que vive la sociedad ecuatoriana, sobre todo en materia, no hay mucho que agregar al ilustrar los sistemas que son plenamente excluyentes, a las religiones monolíticas, a los regímenes políticos totalitarios, a los sistemas educativos dogmáticos, a las familias obstinadas… Por ahora recordar a los contertulios la realidad histórica de estos fenómenos que contrastan con la coexistencia pacífica en donde se practica la tolerancia como principio moral sustantivo e importante.
En las circunstancias actuales vale acogerse al don de la tolerancia y advertir la sentencia de Plutarco: “Mientras los necios deciden, los inteligentes deliberan”. (O)