Con bombos y platillos el Gobierno anuncia que la desnutrición crónica infantil ha disminuido en 3.5 %; esto implica, según los datos oficiales, que veinte mil niños y niñas menores de dos años están libres de desnutrición. Hasta podría ser esperanzadora la noticia siempre y cuando tengamos la certeza que son también veinte mil las familias que han logrado alcanzar una mejor calidad de vida, que los padres cuentan con empleo y vivienda adecuados, acceso a educación y, por supuesto, seguridad social. ¿Qué celebra señor Lasso si el Fondo Mundial de Alimentos estima que en Ecuador el 13 % de la población (2.5 millones) no come o lo hace solo una vez al día? ¿Cómo es posible que los mayores índices de desnutrición se encuentren en los sectores rurales donde proviene la mayor parte de alimentos que consumimos los ecuatorianos? Con desayunos escolares o “comedores populares” solo engañan el hambre atrasada de los sectores sociales más desfavorecidos. La desnutrición es consecuencia de la inequidad social e insuficiente disponibilidad de alimentos, a pesar de que en las principales ciudades del país se desperdician toneladas diarias –en Quito 400, igual a más de 137.000 platos de comida–. Mientras la Soberanía Alimentaria y la defensa de nuestras fuentes hídricas no se encuentre en la agenda política del país, las cifras del hambre aumentarán. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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