Agencia de Viajes

Juan F. Castanier Muñoz

Escuché el otro día una intervención de la candidata presidencial correista, en la cual exclamaba con inusitado entusiasmo que los venezolanos que viven en el Ecuador se están regresando “corriendo” a su país porque en Venezuela se vive mejor que en el Ecuador. Al principio creí que la candidata González tenía como actividad extra la de agente viajera o promotora turística y, lo que estaba haciendo era promover tours vacacionales a la hermana república caribeña, pero no; se trataba de una perorata política, al más puro estilo de las tristemente célebres “mentes lúcidas” que, increíblemente, exaltaba la realidad del país con la más alta inflación, con el más alto nivel de desempleo, con lo mayores índices de inseguridad y corrupción de Latinoamérica.

¿Creerá realmente la candidata González, que los siete millones de venezolanos que han dejado su país a raíz del “boom” chavista y que actualmente se encuentran buscando cómo sobrevivir, en Colombia, Ecuador, Perú y Estado Unidos, no han sido desplazados a causa del fracasado modelo económico y social de su país, sino que son “turistas” que andan pidiendo limosnas en calles y plazas para financiar sus viajes de “placer”? ¿Creerá realmente la candidata González que los miles de migrantes venezolanos que atraviesan diariamente las peligrosísimas e inhóspitas selvas del Darién, entre Colombia y Panamá, aún con sus hijos tiernos, no son ciudadanos que huyen de la pobreza, de la falta de seguridad y de los abusos del poder, sino que se encuentran “practicando” una nueva modalidad de “deporte extremo”?

Es posible mentir y engañar desde las tarimas electorales, pero no es buen negocio el intentar hacer “tragar” una rueda de molino a los electores, como tampoco lo es el que, frente a los resultados negativos de las encuestas y en un desesperado afán de revertirlos, se tome mano de mentiras cerdosas, de argumentos inventados y de falsos escenarios. Si la poco feliz y engañosa aseveración de la candidata correista hubiera tenido lugar en la época de “el innombrable”, seguramente habría sido calificada como la “caretucada de la semana”. (O)