Luego de la elección efectuada el 20 de agosto de 2023, nos corresponde volver a las urnas y, en esta ocasión, con una tarea de mucha responsabilidad: se trata del futuro de nuestra Patria, de nuestra descendencia, de nuestra realidad. Ya desearíamos los ecuatorianos que quienes participan en política lleven una alta carga de honestidad, transparencia, deseos de servir a la sociedad, librarnos de tanto golpe en el diario vivir con la economía, la delincuencia, la obra pública, el hambre en la niñez, la salud pública, el petróleo e industrias derivadas, la vialidad, el trabajo para los adultos, el control del narcotráfico, la degradación en la praxis de la Política con norte de servicio a la colectividad, el nivel y la calidad moral de quienes nos representan en los diversos estamentos del quehacer político, las disputas malintencionadas que se dan entre los estamentos que manejan un gobierno, la comercialización de las medicinas y su ausencia a la hora de requerirlas por parte de quienes sufren enfermedad, policía sin balas y sin chalecos y la delincuencia de las posiciones más altas hasta los estratos populares, matando líderes políticos que los denuncian y persiguen, en tanto siempre se comenta cómo ingresó el narcotráfico, qué políticos ayudaron en este proceso, los escándalos que incluyen valija diplomática y dineros en sus campañas. Injurias y posturas grotescas contra indígenas y segmentos políticos que no inclinan la cabeza en forma obediente ante el líder.
Nos encontramos frente a una disyuntiva, elegir entre juventud exitosa, con ideas renovadas de prosperidad, sin la turbulencia propia de muchos “políticos”, dueños de la verdad y del pueblo con su gris futuro, envuelto en falacias y mentiras de vieja data. Debemos limpiar a esta Patria, la ensuciaron y hundieron en un verdadero hoyo de indigencia y penuria moral, agrediendo los más caros intereses de un pueblo ingenuo y bondadoso, dueño de un rico país que no se merece esta realidad lacerante y un peor futuro. (O)
