En el marco del XI Encuentro Internacional de Docentes de Lengua y Literatura “hacia una transformación educativa”, organizado a principios de agosto por la Carrera de Pedagogía de la Lengua y la Literatura de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación, de la Universidad Central del Ecuador, se efectuó un sentido homenaje a Iván Oñate (Ambato, 1948).
En dichas jornadas se puso de manifiesto la importancia de este poeta, escritor y semiólogo, cuya producción creativa es pródiga, sobre todo, en verso. Aunque es bien conocido su cuentario El hacha enterrada, de mediados de los ochenta del XX, que posee ya trece ediciones. Libro entre lo fantástico y lo absurdo. Relatos atravesados por el influjo de la geografía serrana, la premonición de la locura, la obsesiva aprehensión por los libros, la técnica del manuscrito encontrado, la revelación fantasmagórica en plena tempestad, la celebración de costumbres trasnochadas, el arrebato de protagonistas inmersos entre la confusión y la parodia del tiempo gris. Un ejercicio dialógico a ratos imprevisible, y en otros, persuasivo, en el tráfago narrativo que rompe la monotonía y nos traslada a la confección de otros mundos imposibles, y por eso mismo, atrayentes.
La obra conjunta de Oñate se ha ido acrecentando con una cimiente fundamentada por el largo trajinar que incluye en su juventud estancias en Argentina y España, ante el ineludible objetivo por alcanzar el esplendor literario, aunque para conseguir tal lauro, también haya que adentrarse en la penumbra derivada de la pasión por las letras.
Desde Estadía poética (1968) y Anatomía del vacío (1988), pasando por El fulgor de los desollados (1992), La nada sagrada (1998), hasta la antología “Rumbbb… Trrraprrr rrach… chaz” over (2022), entre otros poemarios, mucha agua límpida ha corrido por las líneas versales producidas por este poeta que otea a la nostalgia como uno de sus signos característicos. Asiduo practicante de la brillantez simbólica, que es a la vez, su opción permanente e irrenunciable de vida: “Te invoco poesía, yo / que abandoné al cielo y su ángel, / al todo / porque en su vientre ya presumía el nada / y te elegí / como el único camino, la octava puerta / que me conduciría a ti, hasta / el reino entre dos aguas / donde habitas // (…) Todo lo dejé por ti”.
Oñate a través del lenguaje íntimo, demoledor y alegórico concibe una plática intrínseca con Dios, y provoca un guiño cinematográfico. Por eso, en sus textos peregrinan, sonríen y lloran: Marilyn Monroe, Sofía Loren, James Dean, Marlon Brando. Y esos otros “monstruos que moldearon tu vida”: Hölderlin, Poe, Borges, Cortázar, Vallejo, Miller. Él no transige con nada, ni con nadie cuando se trata de sostener y defender a “la fiel literatura” de los asechos del vacío. (O)