Para quienes no están familiarizados con el término síndrome, éste dice relación a un cuadro o conjunto sintomático, una serie de síntomas (subjetivos) y signos (objetivos) que existen a un mismo tiempo y definen clínicamente un estado morboso determinado. Ahora se habla del Síndrome de ansiedad caracterizado, entre otras manifestaciones tangibles, por taquicardia, sudoración, palidez y hasta pánico. Algún psicólogo también habla del Síndrome posvacacional como enfermedad neurótica aun cuando no psicótica.
En este tiempo de retorno a las actividades rutinarias, sobre todo de la función pública, se advierte un problema adaptativo debido a la necesidad de un reajuste del estilo de vida, cuyos indicios pueden ser leves, pero agravarse hasta llegar a manifestaciones de irritabilidad, bajo estado de ánimo, excesivas preocupaciones o desidia, anorexia o bulimia, trastornos del sueño, ideas negativas respecto del futuro y otras somatizaciones como urticaria, eccemas, malestares estomacales, etc.
Tras un muy esperado periodo de vacación, que se planifica para compartir en familia, viajar, jugar, participar más con amigos, desoírse del trabajo habitual, descansar por más horas, etc., se retorna a las prisas, las madrugadas, los desórdenes alimenticios, las necesidades económicas, la tensión de estar vigilado, la inestabilidad en el trabajo o que éste no le guste, todo lo cual ocasiona un estado psicológico muy llamativo que puede llegar a una neurosis aguda o recurrente con la presencia de angustia y ansiedad, y en pocos casos llegar hasta la cronicidad.
Una prueba al canto con el sistema educativo: antes las vacaciones eran prolongadas y servían más que para paseos y otras diversiones para ayudar en casa a realizar actividades complementarias de educación y religión, y sobre todo al trabajo con los padres. Los profesores, siempre esquilmados en su economía, se dedicaban a atarearse en otros menesteres para abastecer las necesidades del hogar. No obstante, tanto los unos como los otros se sentían aburridos de tanto vacacionar y retornaban alegres y contentos a la escuela.
Si los estudiantes retornan a empellones y malhumorados, los educadores lo hacen con apatía e iracundia. Esto se debe a una condición acentuada por obligación más que por satisfacción; por tanto, para saldar esta situación hace falta motivación y automotivación, entre cuyas características están el optimismo y la resiliencia: mirar el lado positivo y recuperarse de un revés. Los resilientes usan su capacidad de pensar para manejar respuestas emocionales positivas y están preparados para pedir ayuda si es necesario u ofrecer a quienes lo necesiten. (O)