En la historia de las sociedades, la política es una constante de la organización del Estado que debe cumplir su misión de servicio a la comunidad.
Es su deber ser.
Pero también tenemos su contrasentido que es actuar sin responsabilidad ética contra el interés social. La política deja ser el arte y la ciencia del buen gobierno para transmutarse en satrapía tiránica.
¡He arado en el mar! exclamó a su hora Simón Bolívar.
En este mundo de realidades aviesas, sobran los candidatos que no miden su peculiar condición, y sin sentido de límite, buscan ser elegidos o designados, con el efecto negativo que está a la vista de todos.
Cuántas decisiones de evidente prevaricato a cuenta de la buena fe ciudadana. Los beneficios de la corrupción son siniestros, coimas, comisiones y sobreprecios, resoluciones que corroen la política y la convierten en vil estafa contra la seguridad y paz social.
La perversión va mucho más allá del delito económico hasta el crimen organizado y de lesa humanidad, el peculado y las variantes de prevaricato institucionalizado con leyes que facultan medidas alternativas para los condenados con penas privativas de libertad o acciones de protección y de habeas corpus sin considerar la peligrosidad del delincuente. La impunidad no es un derecho es una lacra infame pero La corrupción ha cooptado las funciones e instituciones públicas, contaminado a la misma sociedad.
La política ha dejado de ser la Ciencia y el Arte del buen gobierno para ser la careta de la corrupción. Ante este cuadro debemos tomar las medidas necesarias desde la formación en valores, en cuya óptica, tenemos un punto de esperanza en el aporte que realizan las instituciones educativas, tal el caso de la Universidad Católica de Cuenca que ha creado la carrera de Ciencia Política y Gobernanza. Que tan necesario esfuerzo de frutos de alta calidad. (O)
