Máscaras, colores y precisión: la centenaria danza tailandesa que une pasado y presente

Ayutthaya (Tailandia).- Máscaras, disfraces, pinturas y gestos precisos son los elementos que dan el ritmo al Khon, la danza dramática más tradicional de Tailandia que revive los periplos del héroe Rama -la encarnación del dios Vishnu- con pinceladas de seducción, traición, secuestros y épicas batallas.

Aunque sus orígenes son una incógnita, el Khon se popularizó en el siglo XV gracias a su habilidad para combinar diversas expresiones artísticas, como la danza, el dramatismo, la pintura y la caricatura, para escenificar los hechos del «Ramakien», uno de los cánones literarios de Tailandia, derivado de la famosa epopeya hindú Ramayana.

Habitualmente dividido en tres partes, los bailarines se valen de colores, inmensos muñecos escénicos y coordinadas coreografías para personificar las historias de amor, los peligrosos viajes marítimos de Rama, sus desafortunados encuentros con demonios y, como no podía ser menos, el triunfo del bien contra el mal.

«El Khon es considerado el arte teatral más importante del país. Las funciones incluyen no solo la danza, sino también otros tipos de artes tradicionales, como los trajes, las máscaras y también la pintura. Es una importante forma de preservar el arte tradicional de Tailandia», dice a EFE el decano de la Facultad de Bellas Artes y Artes Aplicadas de la Universidad de Thammasat, Anucha Thirakanont.

Desde 2018, el Khon está listado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, lo que lo convierte en la primera arte escénica tailandesa en la prestigiosa lista, ya que, gracias a su carácter como cultura viva transmitida de generación en generación, la práctica cuenta con una «fuerte función didáctica», según la Unesco.

La danza dramática «reproduce las historias de Ramayana en el escenario, pero Ramayana también se considera una parte importante de la literatura en Tailandia, porque enseña sobre jerarquía, el respeto hacia los ancianos y también la lucha entre el bien y el mal, entonces es una lección moral para nuestros niños», explica Anucha.

Entre los diversos elementos musicales, vocales, literarios, de danza, históricos y artesanales que conforman el Khon, las máscaras y pinturas exuberantes ocupan un papel central.

Ellas son el hilo conductor que dictaminará el ritmo de la danza y la precisión de los movimientos de las manos y pies de los bailarines, que deben conseguir comunicar las emociones y contexto de los capítulos representados tan solo a través de sus gestos y pasos.

«Los artistas tienen que ser capaces de transmitir todas las sensaciones a través de los gestos, la danza y la coreografía, sin expresiones faciales, porque la máscara es un elemento crucial del Khon», señala el decano.

UNA TRADICIÓN VIVA QUE SE TRANSFORMA

Los personajes de las obras se dividen en cuatro categorías: héroes o dioses, heroínas o diosas, demonios y monos. Originalmente, todos los artistas utilizaban máscaras, pero por tratarse de una tradición viva actualmente ha quedado reservado solo para los demonios y los monos.

En contrapartida, con el paso de los años los marcados maquillajes pasaron a ocupar un lugar cada vez más importante en las funciones, que igualmente pasaron a incorporar nuevos elementos y fortalecer el puente entre tradición y modernidad.

No obstante, pese a la adhesión de las innovaciones, como efectos visuales o el uso de pantallas, el Khon busca ante todo preservar la herencia de los tiempos del próspero Reino de Ayutthaya, precursor de la Tailandia moderna y cuyo desarrollo es una parte importante de la historia de la nación asiática.

A fin de conservar y transitar por ocho siglos de cultura, todas las vestimentas son elaboradas de forma artesanal, por lo que cada traje tarda cerca de dos meses hasta ser concluido.

Aún más tiempo exige la confección de las máscaras, las protagonistas de este espectáculo visual en el que los más mínimos detalles deben ser armonizados a la perfección.

Asimismo, la sincronía entre los bailarines es esencial en los escenarios, por lo que demanda años de preparación y dedicación entre bambalinas.

Para convertirse en un artista profesional, miles de niños empiezan a entrenar los complejos pasos de danza, acrobacias y movimientos que conforman este arte centenario a los 13 de años de edad, con esperanza de dar el salto al baile profesional seis o siete años después. Si finalmente conquistan un lugar en los escenarios, deberán interpretar el mismo papel de por vida. EFE

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