Muchos nos hemos cuestionado el por qué fracasan muchas encuestas, a su vez, se han dado varias respuestas tratando de interpretar los porqués de estos fracasos, argumentando desde el uso inadecuado de técnicas, de muestras y hasta de direccionamiento en función de promocionar a algún candidato cumpliendo objetivos de quienes contratan a las encuestadoras. En este contexto, juega un rol decisivo el votante a sabiendas que es quien va a entregar la información, por ende, es sujeto de un análisis en función de explicarnos el por quién y los porqués de su voto.
La intención de voto preelectoral no siempre es definitivo, pues surgen una serie de factores que pueden y de hecho cambian las tendencias, sin embargo, existe un grupo importante de la población que práctica el VOTO VERGONZANTE, aquel que dice no estar de acuerdo con algún candidato, pero que termina votando por él mismo; en definitiva, engaña y, de manera especial, a las encuestadoras que se confían en lo que delata el votante, pero que al final inducen a errores, lo que se sucedió sobre todo con las encuestas a boca de urna.
Este voto vergonzante, no deja de ser un voto traicionero e hipócrita, voto inducido por el miedo a reproches y más prejuicios debido a su escondida inclinación política e incluso por intereses personales. Son mitómanos que se escudan al manifestar a los demás que “el voto es secreto y que solo ellos sabrán por quién votan”; añadiremos además que terminan por engañar a amigos, familiares, conocidos, analistas y sobre todo a encuestadores y candidatos que confiaron en la palabra de personajes que pecan de mentirosos; puntualizando que no debemos confundir con el voto indeciso que es aquel que a minutos de ejercer el derecho a votar se deciden posiblemente por el menos pensado.
Esta es nuestra realidad de democracia, que, por lo citado, nos puede deparar sorpresas, que ojalá no sean aquellas de las cuales estamos ya hasta el hartazgo, y que nos ha llevado a graves consecuencias para el sufrido pueblo ecuatoriano. (O)
