La relativización de los parámetros morales nos ha desorientado. La ruptura de la tradición y el pensamiento religioso no reemplazó adecuadamente los marcos éticos de valoración social. La búsqueda de libertad dio paso a las lógicas más antiéticas, como el culto al poder o la reverencia al dinero, que establecen las nuevas articulaciones del comportamiento y se convierte en el centro de una nueva religiosidad expresada en el pragmatismo, el utilitarismo y la desactivación del pensamiento crítico, la confusión de medios y fines. El egoísmo y la percepción del interés propio no es lo mismo que un proceso de introspección y pausa reflexiva. La vorágine funcionalista y la necesidad de integración aplasta la autonomía al mismo tiempo que el sentido de comunidad. Valorar, valorizar, juzgar y decidir por cuenta propia considerando los efectos que ello tiene en los demás y asumiendo sus resultados, se torna un anacronismo. Los vectores que marcan el bien y el mal se supone que estaban en la brújula personal de cada uno, pero en realidad ya no están ahí. Pero probablemente puedan ser hallados en el celular ;) (O)
@endara_