Los ecuatorianos verán hoy el debate entre los candidatos a la Presidencia de la República: Luisa González y Daniel Noboa, en teoría dos polos opuestos desde la perspectiva económica, el principal cimiento para el sostén del Gobierno. Sin él, lo demás se vuelve cuesta arriba.
Ellos se han preparado para confrontarse según las reglas dictadas por el CNE, entre ellas algunas prohibiciones como llevar materiales de apoyo.
En comunicación política nada puede quedar desapercibido, ni siquiera la gestualidad, la manera de sentarse, peor la forma de argumentar, en este caso las propuestas, el uso de los tiempos verbales, entre otros formalismos, en apariencia inocuos, pero, en el fondo, claves si el objetivo es convencer, ganar votos en definitiva.
Los estrategas de campaña hacen su trabajo en ese sentido. Para eso se han preparado; para eso los pagan.
Eso está bien. Pero ¿cuán preparados están los electores para discernir, no ser “tomados del pelo”, saber dónde está la hojarasca, en suma, para votar con conciencia, haciendo prevalecer el pensamiento sobre las emociones, pensando no tanto en sí mismos, sino en el país?
Muchos se contentarán con oír hablar a los candidatos sobre bonos, subsidios, obras a granel, facilidades para esto y para esto otro, de condonaciones y más asistencialismos, es decir, del país ilusorio, estancado, en el cual solo hay una masa de votantes a favor del mejor postor.
En medio de la heteregeneidad, debemos asistir al debate bien informados. Los medios de comunicación han difundido, confrontado, investigado, la durísima realidad del Ecuador en lo económico, social, laboral, en materia de seguridad, en la necesidad de inversiones, en las deudas por pagar y por miles de millones de dólares. Su situación no es como para esperar milagros.
Esos conocimientos deben servir para sopesar cuanto digan y ofrezcan Noboa y González. Permitirá confrontarlos mientras debatan; y luego definir el voto.