La Real Academia Española de la Lengua, define a la discreción como la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar, el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, y la reserva, prudencia y circunspección. Definición que deja con la sensación de que, en la sociedad actual, la discreción parece haber disminuido en muchos aspectos, a pesar de seguir siendo un valor importante en nuestras relaciones personales y profesionales, en las que esta se considera una forma de ser prudente, moderado y respetuoso con los demás.
Puede resultar difícil ser discretos en un mundo en el que la tendencia parece apuntar a mostrar más, a hablar más de uno mismo y de los demás, a estar más expuesto, a poner la vida en varias vitrinas digitales y a que ni siquiera nuestros pensamientos sean privados; todo lo que puede ser visto como una falta de discreción. Pero en muchos grupos la discreción resulta ser una virtud que no todos pueden permitirse si pretenden mantenerse vigentes en sus círculos sociales, con sus clientes, o como parte activa de espacios y comunidades que se alimentan de la exposición.
Si buscamos el origen de la palabra discreción, encontraremos que proviene del latín discretio que significa “separación” o “distinguir”, y su uso en la antigüedad estaba relacionado con la capacidad de distinguir entre lo apropiado y lo inapropiado. Tal vez si regresamos al origen de la palabra evitaremos colocarnos en situaciones vulnerables, al compartir más de lo necesario y exponernos o exponer a otros innecesariamente, una especie de filtro interno que, al estar relacionado con la prudencia, la sensatez y el autocontrol nos ayudará además a mantener relaciones interpersonales saludables y respetuosas, mientras protegemos nuestra privacidad. (O)
@ceciliaugalde