Oswaldo Encalada me dijo que la educación no es un derecho sino una obligación. Por un lado, estamos obligados a educarnos, y por otro, la sociedad está obligada a proveer acceso a educación, porque sin educación no solo que es imposible el progreso personal, sino la existencia de la sociedad democrática que acoge a personas libres. Por eso la educación, como lo muestra Philippe Meirieu, solo es aceptable si se articula desde el principio de la libertad. Una contradicción que debe ser resuelta en el proceso de aprendizaje, que no es lo mismo que el saber. El aprendizaje requiere esfuerzo, dedicación, experimentación y tiempo. El acceso al saber es totalmente contrario del acceso que propone el mercado hacia una mercancía, de manera inmediata e irreflexiva. El conocimiento es el “cimiento” que soporta la edificación de la sociedad, y sabemos qué es lo que pasa cuando una estructura se construye con errores en su cimentación. La educación entonces es el trabajo por la autonomía de las personas, su pensamiento y juicio propio, y el respeto y el cuidado de aquello que nos es común a todos, empezando por nuestra condición humana. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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