Un debate, entre otros aspectos relevantes, ayuda a dilucidar de entre los candidatos/as a presidir la República, para desde nuestras propias perspectivas asumir quien está más capacitado para dirigir al Estado, partiendo del conocimiento de la realidad nacional, sus problemas y sus posibles soluciones. Por experiencias anteriores las ofertas sobredimensionadas de postulantes/as, como que hubiese recursos suficientes para desplegar de una manera programada las inversiones para fortalecer a las fuerzas públicas en desventaja frente al crimen organizado, mejorar los servicios de salud y educación hacia la excelencia, la vialidad y la vivienda dignas, el empleo y otros que el ciudadano/a debe sopesar, para discernir frente a las urnas en este momento real, aclarando en lo que resta de la campaña con que financiamiento, talento humano y solidez ética se efectuaran los cambios que nos enrumben al progreso.
Se mostró coincidencias en algunos aspectos de la discusión cívica y se resaltó la necesidad de una concertación nacional entre los dirigentes de las funciones del estado para movernos desde el actual marasmo hacia el servicio colectivo, sin impunidad para trabajar arduamente de manera honrada, que es lo que podemos pedir como fundamento del nuevo régimen, que tanta falta nos ha hecho precisamente en los negocios del estado, con los grandes atracos que la justicia lo persigue pero sin haber revertido a las arcas nacionales lo esquilmado, aun luego de sendos juicios que han mostrado la culpabilidad entre las más altas esferas del poder público, cuando se evidencia la rapacidad para el atraco, aun en tiempos de pandemia con hospitales como mercancía para conseguir votos de asambleístas.
Solo el pueblo llano a través de la historia es el que permite avanzar a las sociedades, su intuición y su arduo batallar para subsistir crea la suficiente lucidez para escoger a sus mandatarios, en horas terribles para la supervivencia de la patria, que algunos le consideran fallida y sin rumbo. Precisamente el 15 de octubre con fuerza el votante reorientara a la cosa pública. La esperanza es lo que no podemos darnos el lujo de perderla. (O)