El G20 o Grupo de los Veinte, ve la necesidad de incluir la cultura como Bien Público Mundial, en la Agenda Posterior a 2030. La intención es que la cultura tenga un nombre propio en el plan maestro para conseguir un futuro sostenible e inclusivo.
Según la Unesco (2022), tan solo el 13 % de las evaluaciones nacionales voluntarias del progreso hacia la Agenda 2030 reconocen la contribución de la cultura al desarrollo sostenible. Las disparidades entre los países desarrollados y los países en desarrollo son considerables, ya que los países desarrollados lideran el comercio de bienes y servicios culturales, con un 95 % del total de las exportaciones de servicios culturales. Además, la inversión pública en cultura ha disminuido en la última década y las profesiones creativas siguen siendo, en general, inestables y poco reguladas, a pesar de que la cultura y la creatividad constituyen el 3,1 % del PIB mundial y el 6,2 % del total del empleo.
Actualmente, como muchos aspectos, los artistas y los trabajadores de este sector están abandonados y, claro está, sin ellos no hay cultura; de allí la necesidad de dignificar la actividad cultural y su aporte a favor de la sociedad. Por ende, es fundamental apreciar y preservar el valor de la cultura como bien público mundial, en beneficio de las generaciones presentes y futuras, repensando en políticas culturales a largo plazo, como la protección y restitución de bienes culturales, la promoción de industrias culturales creativas, la gestión y conservación efectiva de la propiedad cultural; todo ello a fin de lograr intercambios internacionales al más alto nivel.
La cultura es un recurso inagotable, renovable, cambiante a los contextos, que aborda y reflexiona sobre la condición humana; por tanto, se debe trabajar a fin de responder a los retos estructurales que la crisis ha puesto de manifiesto. (O)