El debate, en primera vuelta, nos convoca a ver a un conjunto de candidatos aspirantes a llegar al balotaje final. En segunda vuelta, nos convoca la expectativa por encontrar el liderazgo que esperamos conduzca el derrotero nacional.
El debate, envuelto en tres momentos; primero, el framing o marco referencia que ubica la temática a abordar, punto en el cual, nuevamente y para variar, el CNE nos queda debiendo y de largo; pues no sabe, no entiende, no imagina que el debate debe permitir, a cada candidato argumentar sobre su plan y exigir argumento sobre el plan del contenedor, de este modo los demás, los otros, nosotros los electores podemos ver, evaluar y decidir sobre información oportuna y pertinente de lo que los candidatos pretenden, traman o planean hacer en caso de ganar; por tanto, las preguntas deben permitir al moderador facilitar un verdadero debate de propuestas, visiones y posiciones políticas de los candados.
El segundo momento, el desarrollo del debate, donde liderazgo, oratoria, capacidad técnica de respuesta política, capacidad de improvisación y persuasión deben ser la plataforma desde la cual, cada candidato presente su postura y exija respuestas sobre los antagonismos con su contenedor.
Pero si la plataforma que define el debate es mala, difícilmente el contenido del debate puede ser mejor; así, el debate fue fofo, plano, aburrido, vacío, lineal, monótono, apagado, deslucid.,
Noboa pierde el debate, ¡SI!, claro que ¡SI!, es innegable, solo consideremos que fue el primer debate el que lo puso donde esta; manteniendo ritmo, consistencia y brillo debía abrochar la vuelta en el segundo debate; pero no, no fue así y nos dejó más dudas y más dudosos.
González ganó el debate, ¡NO!, para nada, se equivoca usted, al menos eso creo yo, porque Luisa no suma nada nuevo después del debate, el debate nos deja con un escenario de barras que se reafirman en su postura, así como de indecisos seguros de que no quieren decidir… (O)