Luego del debate entre el candidato y la candidata finalistas para la segunda vuelta electoral se han dado diversas interpretaciones, que generalmente están sesgadas por las posiciones políticas de quienes hacen la interpretación.
Sin embargo, una visión lo más objetiva posible de lo que realmente sucedió en el debate, permitiría evidenciar que, en relación al primer debate, hubo una desmejora del candidato Noboa y una mejora de la candidata González. Mientras en el primer caso vimos a un candidato lento en las respuestas, dubitativo, inseguro, ambiguo y con su mirada casi constante en sus escritos de apoyo; en el caso de la segunda vimos una candidata más ágil, menos insegura y con más firmeza y claridad en sus respuestas.
Se trata de una diferencia que, empero, no implicaría necesariamente que González vaya a remontar el favoritismo que Noboa mantenía en las encuestas antes del debate, pues eso estaría por verse y dependerá de lo que candidatura realice en los días de campaña electoral que aún faltan; amén de que es posible que pueda repetirse el resultado electoral de la segunda vuelta de 2021, donde más allá de la capacidad y de las propuestas de cada candidato, la mayoría del electorado dio al triunfo a Lasso motivado básicamente por su oposición al correismo.
Por otro lado, volviendo al debate hay sectores que han criticado o han minimizado el debate calificándolo de “plano” o “aburrido”, sobre todo porque no hubo una alta dosis de confrontación; sin embargo, cuando esta ha habido también se ha criticado a los debates acusándolos de ser un espacio para la “pelea” o un “circo”.
Más allá de estas críticas, que generalmente suelen también estar motivadas por los sesgos políticos, en el fondo lo que se puede denotar es que hasta ahora no hay un formato idóneo para los debates, En este sentido, en el último debate se conservó el formato de preguntas y respuestas, las mismas que en su mayoría no permitieron hacer visible los modelos económico-sociales diferentes que representan cada candidatura (el neoliberalismo o el neokeynesianismo), dándose más bien pábulo a una suerte de profusión de ofertas, algunas demagógicas, sin explicar el cómo y con qué recursos económicos se van a concretar dichas ofertas electorales. (O)