Manaos (Brasil).- La sequía golpea de forma severa a la Amazonía brasileña, donde algunos habitantes se han visto forzados a cavar pozos artesanales con un puñado de tablas sobre el lecho seco de los lagos en busca de agua para poder sobrevivir.
Raimundo Silva, de 67 años, es comerciante y pescador, pero desde hace algunas semanas no tiene qué pescar, ni qué vender. Estos días se afana para sacar agua del pozo que ha hecho en el lago de Puraquequara, en Manaos, la capital del estado de Amazonas.
Otros ribereños de la zona han optado por lo mismo: cavar pozos con sus propias manos. «Todo el mundo está igual», afirma preocupado Silva.
«La situación no es buena para nadie. Ni para mí, ni para el vecino, ni para nadie», lamenta a EFE, mientras saca cubos de agua del pozo para llevarlos a hombro a su casa.
Donde antes había agua, hoy hay bancos de arena y suelo resquebrajado. Ni parece que sea el corazón de la mayor cuenca hidrográfica del planeta.
Barcazas y cayucos reposan sobre el cauce seco de un lago del que apenas queda una estrecha línea de agua. El transporte de mercancías también se ha visto seriamente afectado, dejando incluso a comunidades aisladas y sin suministro de alimentos.
Decenas de municipios en emergencia
Alrededor de 60 municipios del estado de Amazonas están en situación de emergencia por una sequía que puede llegar a convertirse en la más intensa de la historia de la región, según Pedro Luiz Côrtes, profesor del Instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de Sao Paulo (USP).
También hay una falta preocupante de lluvias en diversos puntos de los estados amazónicos de Rondônia y Acre.
De hecho, varios de los principales ríos de la cuenca amazónica alcanzaron el nivel más bajo de su historia para septiembre, según el Sistema Geológico Brasileño (SGB).
En Rondônia, el nivel del río Madeira, por el que atraviesa una importante ruta fluvial, es el menor del último medio siglo. Allí, hasta los pozos artesanales se han secado y las autoridades distribuyen agua en camiones cisterna.
El descenso del caudal de ese río también obligó a suspender el funcionamiento de la hidroeléctrica de Santo Antonio, la cuarta mayor de Brasil.
Volviendo a Amazonas, la sequía y las altas temperaturas han provocado además un incremento de los incendios forestales y una gran mortandad de peces.
Alrededor de 130 delfines rosados de especies en peligro de extinción aparecieron muertos en el lago Tefé, en una tragedia que ha dado la vuelta al mundo.
Origen y pronóstico
Detrás de esta severa sequía confluyen diversos factores. El primero es El Niño, el fenómeno climático cíclico que resulta en el calentamiento del océano Pacífico.
Este produce efectos dispares en Brasil: lluvias en el sur y sequía en el norte y el noreste. El problema es que cada vez son más extremas debido a la crisis climática.
A ello se suma la temperatura por encima de lo normal de las aguas del Atlántico, apunta Côrtes. En este contexto, los vientos disminuyen su intensidad y llevan menos humedad a la selva.
La Amazonía brasileña ya sufrió episodios de sequías severas en 2005, 2010 y 2015. La de este año apenas «está empezando» y «existe la previsión de que se convierta en la más intensa de la historia», advierte Côrtes.
Se espera que a finales de 2023 dé una tregua en el que es el mayor bosque tropical del planeta, pero «no será significativa» pues Brasil aún estará bajo los efectos de El Niño hasta «marzo-abril» del próximo año, indica el experto.
«Tenemos un problema con el calentamiento de los océanos y otro con el deterioro de la selva» causado por la deforestación, «lo que contribuye a reducir la humedad disponible. La Amazonía es un bosque húmedo y lo que está faltando es humedad», sentencia Côrtes. EFE