Habiendo pasado el “Día de la Prevención del Suicidio”, 10 de septiembre, y ante la escasa atención que se da a este problema mundial, creemos que es necesario abordarlo en función de hacer conciencia sobre un problema que se está incrementando en nuestro país.
Hace no muchos años, llamaba la atención y preocupación de la sociedad ante el suceso de un suicidio, incluso la prensa lo informaba con el carácter de alarmante y como “crónica roja” e inducía a comentarios e investigación, hoy, con el incremento de suicidios hemos llegado a la tolerancia de aceptarlo como algo natural.
El suicido debe ser abordado por toda la sociedad y de manera especial por las autoridades relacionadas con este tema, empero, y muy a nuestro pesar, existe una dejadez y hasta confusión cuando se menciona que ahora hay que priorizar las muertes violentas, sin reconocer que el suicidio también es una forma de muerte violenta.
Urge a todos, involucrados en la prevención de estos tristes desenlaces, conociendo que estamos viviendo un mundo materialista, deshumanizado, egoísta, discriminador, frente a una anomia creciente, y siendo víctimas de la pobreza, falta de trabajo, inseguridad, violencia intrafamiliar y social, y con el incremento del consumo de drogas de las más variadas y peligrosas.
La familia tiene un rol fundamental en la prevención de los suicidios, espacio en donde se debe priorizar la comprensión, el cariño y el buen ejemplo, anteponiendo que no podemos exigir paz, tranquilidad, cuando se convive, y no en pocas ocasiones, en espacios pobres, falto de educción, con desnutrición y nefastos ejemplos dados por el alcoholismo, prostitución, robo y consumo de sustancias prohibidas por la ley, caldos de cultivo para la depresión, antesala del suicidio. No nos olvidemos que los suicidios son prevenibles con intervenciones oportunas y que también los mayores casos se dan en adolescentes y jóvenes.
Los suicidios son productos del maltrato social, generados, incluso, desde la propia familia, por ello, es oportuno que el Gobierno comience a trabajar con programas de SALUD MENTAL, que deben ser inclusivos desde los más “ricos materialmente” hasta los ladeados por un sociedad tremendamente injusta e irracional. (O)