Desde mi punto de vista y la realidad social que nos reclama cotidianamente es evidente la necesidad de un cambio integral, empezando por el modelo político y la forma de hacer política que nos limitan el horizonte con la escalada de la corrupción.
Todo está contaminado.
Entonces puntualizo que la necesidad fundamental del Ecuador se concreta en la restauración de los valores éticos que debemos honrar para trabajar en paz y vivir con seguridad en una sociedad atenazada por el crimen organizado, con el magnicidio, punto negro de un tiempo siniestro.
Así y todo, para superar lo adverso, el 15 de octubre elegimos Presidente del Ecuador para que gobierne con la lucidez de necesarias proyecciones.
No es una elección cualquiera para abrir el tiempo a un período transitorio producto de la muerte cruzada, a la que el actual presidente se vio abocado por la conspiración desestabilizadora que arreció cínicamente desde el día de su elección.
En mi opinión, una de las dos candidaturas por los evidentes nexos de dependencia, implica el retorno del autoritarismo que en 10 años desarticuló el sistema del Estado de Derecho para practicar el dominio total de la administración pública en función de los intereses del monopartidismo que controló todas las funciones e instituciones del estado dominadas por la hipertrofia del poder.
La otra candidatura, se espera que represente el principio de renovación generacional y de catarsis política en función de la libertad humana y la capacidad de crear su propio destino. Insisto que no es cuestión de cumplir un rutinario proceso en 18 meses de gestión cuanto de abonar el proceso de cambio integral que se necesita. Un período transitorio también puede ser el puente para transformar de raíz el sistema institucional del Ecuador. Ése el desafío a cumplir en función de la seguridad y bienestar ciudadanos. (O)
