En la colonial parroquia de San Blas –antiguo barrio de Pumapungo– se reunieron durante dos días, mujeres curanderas de todo el país; tiempo concebido como un espacio para el intercambio de saberes bajo un lúcido y único propósito: “Desde todas las culturas queremos lo mismo: que se valore nuestro conocimiento” (Yadira Sharupi, indígena Shuar). Hierbateras que vieron a sus madres y abuelas relacionarse con las plantas con respeto y consideración –como debe ser con cualquier ser vivo–, que aprendieron a hablarles, a reconocer sus poderes medicinales para saber cómo, cuándo y con quién deberán emplearlas, a pedirles permiso antes de tomarlas, a agradecerles y pedir que activen todas sus medicinas. Hueseras y sobadoras que tienen en sus manos y ungüentos preparados en casa –con plantas por ellas recogidas y mezcladas en las justas medidas– el poder de enderezar o soldar huesos, o disolver músculos atrapados en dolorosas contracturas; limpiadoras que nos alejan de los miedos, de las “malas impresiones”, de los corajes y tristezas, de la mala vibra; parteras que saben que volver a recibir a nuestros niños en sus casas –sin riesgo para la madre o la criatura– es fundamental para reequilibrar el sentido natural de la vida. Todas con extraordinarios conocimientos de química, física, biología, anatomía, fisiología, psicología, música, teología, etc., y, sobre todo, portadoras de una extraordinaria sencillez y claridad que solo alcanzan aquellas mujeres, cuyo conocimiento ha sido levantado con su propia vida para ponerlo al servicio de la comunidad; ellas que saben del poder sanador del fuego, de las aguas y de los baños, de la palabra y del silencio, del abrazo y la distancia. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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