Ayer, 15 de octubre de 2023, el Ecuador eligió a quien dirigirá nuestro futuro, en el entorno de una pobre democracia, vestida de desconocimiento y famélica participación cívica, inmersa en un océano de turbulencia, sicariato, odio sembrado y cultivado por quien tuvo esa praxis no sólo en las sabatinas, sino en el diario accionar, enfrentándose aún con mujeres o jovencitos y, con mayor iracundia, con indígenas, profesores, periodistas y todo aquél que no incline la cabeza ante su decisión.
Es tiempo de dar un giro y buscar, mediante todo esfuerzo, desarrollar al Ecuador para mejores días. No puede ser que la corrupción se haya enquistado en todas las instancias y que sea normal que muchos practicantes de la Política cultiven con ribetes de truhan lo incorrecto e inmoral, ilícito y agresivo en torno a los grandes intereses de la sociedad en pleno. Casi somos proclives, en el campo genético, a inclinarnos por estos senderos que erosionan el futuro de nuestros descendientes y generan zozobra, subdesarrollo, migración y, estando en suelo patrio, nos sentimos foráneos; más importante es vestir con los colores de ajeno mundo que engrosa la ausencia de identidad ecuatoriana.
Los gobiernos y algunos desgobiernos han procedido con mecanismos que denigran al pueblo, que perjudican al jubilado, como tomar los fondos del IESS como dinero propio y de caja chica por citar un ejemplo. El CENTRALISMO produce una mella profunda sobre las provincias consideradas menores que los epicentros del PODER y la componenda.
Ya es hora de recibir el apoyo que nos merecemos los australes, distanciándonos de tanta corrupción, que pongamos nuestros mayores esfuerzos en colaborar con un proceso de desarrollo holístico para un mundo rico, hoy en medio de pobreza y maltratado por quienes no le tienen amor ni respeto, ni por sangre o por herencia. El cambio se inicia en nosotros y luego en los demás, dando el ejemplo y siendo vigilantes de lo que el gobernante de turno realice. (O)