La guerra es la voluntad de muerte, un fenómeno total de decadencia. Pero al mismo tiempo, esa voluntad, no puede provenir sino de estructuras sociales altamente compactas y alineadas. No se hace la guerra en solitario, se debe ser lo suficientemente solvente, al menos imaginariamente, para decidir lanzarse al vacío con la esperanza de salir airoso. Un horrendo contrasentido, porque la guerra es destrucción y un retroceso a la barbarie. Nada, ni la sed de venganza, puede justificar la voluntad de muerte. La guerra es abandonar la razón y la disputa de sentidos, para someterse a la fuerza bruta. La guerra nos muestra que no hay evolución en la civilización y que todos los supuestos avances de la historia pueden destruirse en un segundo. A pesar de la complejidad de nuestro mundo simbólico, e incluso de nuestra religiosidad, si se irrespeta el principio más sagrado de precautelar la vida y la dignidad de los otros, no somos más que monstruos. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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