Falta de previsión

La falta de previsión ha sido y es uno de los errores más garrafales de los gobiernos. 

Quienes tienen el poder de decisión, de actuar sobre la marcha, en especial de adelantarse a cualquier eventualidad, como ocurre ahora, caminan con pies de plomo, creen en milagros, ni siquiera se inmutan ante la inminencia del riesgo.

Después de la tristemente recordada “hora Sixtina”, consecuencia de la falta de energía eléctrica, han transcurrido 31 años. El país no ha aprendido la lección en esta área, sin la cual todo se derrumba.

Durante el Gobierno de Rafael Correa se construyeron, a más de la eólica Villonaco, hidroeléctricas como la Coca Codo Sinclair, Minas-San Francisco. Otras, como el proyecto Tocachi-Pilatón, aún no concluyen, en tanto las térmicas pasan por su peor momento, asimismo por falta de previsión. 

No hace falta recordar lo sucedido en la central Coca Codo Sinclair, excepto por ser el blanco de la furia de naturaleza.

En el área eléctrica las inversiones son precarias. Las consecuencias son visibles.

De acuerdo al Colegio de Ingenieros Eléctricos de Pichincha, ante el crecimiento de la demanda, estimada en 300 megavatios anuales, hay un faltante de 1500 en los últimos cinco años.

El Gobierno declara la emergencia en el sector eléctrico ante la falta de lluvias. Esto ya lo anticipó el propio Ministerio de Energía, pero asumido con poca seriedad.

Hay un déficit de energía del 15 %. Colombia nos vende menos megavatios y más caros porque provienen de sus centrales térmicas; ya no de sus hidroeléctricas debido, asimismo, al estiaje.

Los apuros están a la vista. Recién se acuerdan de repotenciar la central Termogas Machala. Desde hacía varios años funciona a medias.

La producción de energía térmica por el uso del diésel 2 es más cara. ¿Se reflejará esto en las planillas de los consumidores?

La imprevisión no se suple con la declaratoria de emergencia, excepto como paliativo.  He allí un reto para el nuevo Gobierno.