Describir la realidad internacional parece fácil, pero identificar el origen de ciertos problemas y guerras, es arduo, no solo por el análisis histórico, sino además porque conlleva una gran responsabilidad de imparcialidad que casi no puede existir al momento de manifestar ideas, hipótesis y alternativas sobre el por qué y para qué de alguna situación. Además, quien realiza ese análisis puede ser catalogada de opositora o hasta fundamentalista. Y ya desde esta primera parte hay un conflicto sobre qué decir y cómo decirlo para que no afecte a otros. Un conflicto encubierto.
Por ahí va el problema de Israel y Palestina. Situaciones encubiertas, que datan de hace tantos años, con tantas propuestas, victimizaciones, y ataques, tanto fundamentalismo, tantos secretos visibles pero disimulados.
Consta en la RAE que el fundamentalismo es la exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida. Normalmente esta palabra se asocia a la religión, especialmente a grupos islámicos que, por su creencia, aplican leyes del Corán incluyendo la yihad o guerra santa, por la cual justifican arremeter contra el enemigo de sus lugares sagrados, creencias y fe.
Vemos con gran preocupación y dolor lo que está ocurriendo en la llamada Tierra Santa, y entonces nos turba tomar una posición contra Israel por los ataques a Gaza, pero tampoco analizamos la profundidad de lo que es Hamás y el Sionismo extremo. Hasta los valores que se consideran universales pasan a un plano distintivo por tratar de definir si se hacen en nombre de una historia u otra, de un líder político o un líder militar, un anhelo nacionalista o una ley religiosa.
Las organizaciones extremistas y nacionalistas se escudan en la religión para cometer los actos atroces de bombardearse, secuestrar rehenes y afectar sin piedad a niñas y niños. Ambos, Israel y Palestina, tienen todo un antecedente de conflictos encubiertos que incluyen a la comunidad internacional, un lobby con terceros países, el mundo árabe abraza a sus hermanos, y el mundo occidental se consterna con los secuestrados. Al principio nos desconcertó ver cómo secuestraban a jóvenes y turistas en un festival de música. Hoy nos descompone ver que un país Goliat bombardee a un país David, aunque desde la fe, Goliat esté del otro lado. (O)