1924-1933: El hito que marcó El Mercurio

Transcurría un año de enorme expectativa para Cuenca. A ese entonces, la ciudad había logrado una relativa expansión arquitectónica, embellecida con nuevas construcciones.

Aún más, las investigaciones del historiador Juan Martínez revelaron que en ese entonces se abría hacia el mundo mucho más que antes, con nuevas rutas para el comercio de salida, en especial del sombrero de paja toquilla y de la cascarilla. Pero también de entrada de bienes europeos como vehículos, ropa e instrumentos musicales.

Hasta que en medio de esa cotidianidad, un miércoles, el 22 de octubre de 1924, ocurría un hecho trascendente para los cuencanos.

Aparecía por primera vez diario El Mercurio, como un medio de comunicación que llegaba para quedarse, a diferencia de otros anteriores que habían tenido un paso efímero.

Bajo el lema de “Diario Independiente de la mañana”, asume una misión social y enfoque independiente, “con respeto a la conciencia y a la dignidad ajenas”.

Pero, sobre todo, resaltando la importancia del medio como tal, de informar a la ciudadanía de los hechos diarios más trascendentes, además de “buscar la armonía social, mediante el imperio de la libertad y la justicia, de la solidaridad y el progreso”

Línea editorial

En aquella génesis del primer diario cuencano, en su portada deja en evidencia una especie de línea editorial en la que argumenta la función elemental del periodista: la de “llegar al pueblo a investigar sobre sus necesidades en salud, medicamentos, alimentos…”.

A tal punto que arrancó con un mensaje contundente hacia el Municipio por su indiferencia ante imprescindibles necesidades.

Presentó un duro cuestionamiento al señalar que la entonces administración municipal prefería obras de lujo como parques, en vez de “imprescindibles como agua potable, juegos en lugar de pan para el niño, el enfermo y el anciano”.

En su edición diaria de cuatro páginas, El Mercurio también dio apertura a la divulgación artística, literaria y científica en beneficio del adelanto intelectual de los lectores.

Sumado a eso, el objetivo de que en la educación pública, en especial en la Universidad, se imponga la enseñanza pedagógica moderna.

Por cierto, en lo cultural de esa década, Martínez resalta que ocurría una tensión entre dos grandes corrientes locales. Una de carácter conservadora, con la Iglesia Católica que trata de volver a consolidar su importancia, a través de movimientos como ‘Acción Católica’.

En el otro frente, un movimiento modernista con jóvenes de élites que intentan transformar la cultura local, “romper estructuras anquilosadas” y vincularse con las tendencias literarias globales.

Y, El Mercurio encajó preciso en esa idea de la modernidad, a la par de esa transformación que experimentaba Cuenca, hasta convertirse en un pilar fundamental de lo que es la cultura y la sociedad cuencana en estos 99 años. (I)

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