El domingo 15 de octubre, en Ecuador tuvo lugar una elección que generó tranquilidad no sólo en muchos connacionales, sino en potenciales inversores extranjeros que miran al Ecuador por su posición geográfica, recursos, mano de obra y disminución de riesgo país, como un país en donde hay que planificar empresarialmente, para la generación de fuentes laborales, esencia de desarrollo, sobre todo cuando se implanta con equidad, aporte social y crecimiento de la economía nacional, emblema de bienestar y merma del hambre que arrasa con la paz y fisiología de nuestra sociedad.
Imposible distanciarnos de una tragedia que afecta a Ecuador, cuando se revela por una encuesta especializada que el 20.1% de nuestra niñez padece de desnutrición crónica (5-IX-23), determinada por factores como falta de acceso a alimentos, ausencia de atención gubernamental, deficiencias sanitarias, crisis en potabilización de agua y saneamiento ambiental, condiciones de insalubridad, pobreza, inequidades, educación y respaldo a la población brindándole futuro, sin dádivas, ni caridad, como bonos y falsías populistas de engañadores de oficio. El no atender este terrible conflicto, significa que el Ecuador a futuro deberá pagar duramente mayor subdesarrollo, crisis social y la miseria generada por irresponsabilidad gubernamental, y peor cuando en el país prima una corrupción que se lleva mucho dinero a pocos bolsillos y se ha introducido en todos los estamentos del Estado.
La función que le corresponde receptar a Daniel Noboa A, es difícil y nos corresponde apoyarlo, antes que sumar a las ácidas críticas que no nos conducen a nada constructivo. ¿Cuándo llegará el sentido de ecuatorianidad en los políticos, para que consensuen y obren en función del País, dejando a un lado los intereses de partido y más aún los de índole particular?
Y que sea Noboa, quien rompa la maldición del centralismo que ahoga los elementales intereses australes, postergando eternamente nuestro desarrollo y crecimiento, como sucede con la primitiva vialidad. (O)